7/14/2015

Blight: Capítulo 51

Había perdido la cuenta de cuantos días llevaba enjaulado en la casa de Gardenia. No podía hacer nada salvo comer y dormir. Me desorientaba despertar y que toda la habitación estuviese sumida en la oscuridad. Gardenia y su madre venían a tomarme la temperatura y a preguntarme si me encontraba bien. Los primeros días fue una locura. Sentía frío, y a los dos minutos calor. Estaba pálido. No quería comer... La madre de Gardenia ponía mala cara. Gardenia intentaba animarme con la Gira de la Victoria. ¡La había olvidado por completo! Mi madre venía a verme todos los días, o eso decían, yo solo la vi un par de veces.
De repente empecé a recuperarme, de la noche a la mañana. Un día, cuando el sol comenzaba a colarse por las rendijas de la ventana, me levanté de la cama en la que llevaba metido días, me puse las botas y salí a la calle. Había nieve en el suelo y sentía el frío en la piel. Respiré hondo.
Aire limpio, por fin.
No tardé mucho en oír las voces de la madre de Gardenia mientras me obligaba a volver a su casa.
— ¡No estás recuperado del todo! ¿Cómo se te ocurre salir de casa? 
—Me encuentro bien, de verdad... —dije, tratando de convencerla. 
—No... No aún. 
Me puso una madre en la frente y me dejo quedarme en el sofá del salón, con una manta. Estaba cansado de no hacer nada. 

Tres días después, salí con permiso. ¡Al fin! Acompañé a Gardenia y a su hermano al bosque para empezar su jornada laboral. Fue un paseo bastante tenso. la única que hablaba era Gardenia, y ella era una chica bastante fría que se percataba de las cosas.

— ¿A vosotros dos os pasa algo? 
—No, no... —susurró su hermano. Ni siquiera sabía como se llamaba. Y prefería no saberlo.
Gardenia hizo un mohín. Seguramente no se creía las palabras de su hermano. 
Después de dejarles en el bosque fui a comprar un par de cosas para la madre de Gardenia. Ella me había salvado la vida y yo quería agradecérselo. La había ofrecido dinero, pero lo había rechazado. Así que me había ofrecido a hacer algunas de las tareas que necesitaba. Yo tenía demasiado tiempo libre y no sabía que hacer con él. 
Fui al centro del Distrito y compré varias cosas. Sentía euforia en mi interior. Me sentía vivo. ¿Podía volver a ser una persona normal?
Una voz interior me contesto.
"No"
Y en el fondo, sabía que esa voz tenía razón. Solo hacía falta que me parase un instante. ¿Que sentía? Alegría, sí, pero porque estaba feliz de salir por fin y hacer algo con mi vida. Pero... ¿Qué sentía a parte de la alegría temporal? Miedo. ¿El miedo se iría? Llevaba sufriéndolo desde los Juegos. Pero había algo más. Había algo detrás del miedo que me aterrorizaba. No quería encararme con ello. No quería admitir que lo sentía. Pero lo hacía. Sentía ira. Una furia descontrolada que intentaba esconder con otros sentimientos, pero que sabía que al final estallaría. 
¿Cuánto tiempo tardaría? 
Choqué con alguien. La chica pasó a mi lado sin dirigirme ni una mirada. Me di la vuelta para seguirla. 
—¡Rosie! —grité. Ella aceleró el paso—. ¡Rosie!
Se dio la vuelta. 
—¡No pueden verme contigo! ¿Ya estás bien?
Asentí.
Estaba tan cansado de aquello... De prohibiciones absurdas.
—¿Las cartas?
—Escribiré hoy una. Te la haré llegar mañana. 
Rosie miró hacia los dos lados. Había bastante gente en la calle. 
—¿Te espían?—. pregunté
La chica asintió. 
—Te quiero, pero debo irme. 
Volvió a girarse, caminando más rápido que antes. Empezó a nevar. 

No paró de nevar durante días. Me reunía con gardenia y Olwer en mi casa y encendíamos un fuego. Cuando oscurecía, Olwer se marchaba. Aún no me había traído ninguna carta de Rosie. La extrañaba. 

—Bueno, ¿Y ahora qué? ¿Contamos historias de terror? —preguntó Gardenia cuando Olwe cerró la puerta. Estábamos solos. 
—Creo que yo estoy viviendo en una...
Acerqué las manos al fuego y las froté entre sí. 
—Tengo miedo, ¿sabes? Los Juegos... No quiero morir. Por mi familia, no soportaría... mi madre, imaginarme como sería su vida.
—No saldrás. 
—Me haces recordar los Juegos. Tu presencia, es como su hubiese algo alertándome de que ese podría ser mi destino.
Suspiré.
—Parece que últimamente nadie me quiere ver.
—Yo no he dicho eso.
—Pero lo piensas...
—No Blight... Lo que quiero decir es que... Te aprecio mucho. Eres valiente y has pasado por cosas que ni siquiera me hago una idea de lo dolorosas que han podido ser. Y te admiro, en serio. No sé como eras antes de todo esto. Pero si eres así tras los Juegos, el antiguo Blight tuvo que ser una verdadera buena persona. 
—Tengo miedo...—La corté. No soportaba mucho los halagos. No después de todos los que había vivido en el capitolio. Aunque la verdad es que me había impresionado escuchar a Gardenia hablando así de mí.
—Todos tenemos miedo de algo. 
—Algunos miedos son más reales que otros...
—Como los Juegos...
—No saldrás...
—¿Cuál es tu miedo? -pregunto Gardenia, mirándome con sus grandes ojos marrones.
—La ira
—¿La ira? —repitió Gardenia en forma de pregunta.
—Siempre está ahí... No desaparece nunca. Tengo miedo de hacer daño a la gente que quiero por no poder controlar mis emociones —me expliqué.
— Nunca te ha pasado.
—Porque he sabido controlarme, o estaba débil. Pero habrá un día en el que no pueda hacerlo y... 
—Yo confío en ti. Sé que podrás controlarte.
Gardenia me tendió una mano, y yo se la estreche. Ella sonrió, y yo me obligué a sonreír también. Y ahí estábamos, dos personas aterrorizadas contándonos nuestros miedos. 
Jamás le había hablado a nadie de la ira. Y ahora Gardenia lo sabía.
Suspiré mirando el reloj y recordé que en menos de una semana empezaría la Gira de la Victoria.



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