6/07/2014

Johanna: Capítulo 30

Gritos



Pasé la noche allí, aterrorizada. Mi idea había sido por la mañana, volver a donde había dejado mis escasas pertenencias si sobrevivía al banquete, pero no pude. Tras la lucha en la montaña y caer en el agujero, no podía respirar tranquila, por si la tributo del 1 seguía cerca, aunque en el fondo sabía que ya se habría ido. Había caído la noche y la temperatura. No recordaba tanto frío en la arena desde la noche en que nevó. Apoyé mi espalda contra la pared, haciendo que callesen pequeñas bolitas de arcilla y que al estrellarse contra el suelo se rompiesen. Abracé mis piernas para poder entrar en calor. A pesar de que no podría hacer una hoguera ya que la humedad era muy elevada, hacerla sería mi peor error. Sobre todo ahora que quedabámos tres personas.
-Tres personas... -Susurré inconscientemente. Inmediatamente me llevé las manos a la boca y alcé la vista. No había nadie. Me contuve un suspiro de alivio.
El himno de Panem hizo que abriese los ojos y que diese un pequeño salto. ¿Me había dormido? ¿Hacía cuanto? Me levanté algo mareada para poder ver en el cielo los tributos caídos. Como ya sabía, Oceana y Ethan aparecieron en el cielo.
Volví a sentarme con la espalda apoyada en la pared. Dos sentimientos opuestos luchaban dentro de mi. El sueño y el miedo. Quería dormir, lo necesitaba. Necesitaba dormir para las horas próximas que vendrían. Pero no podía. Al cerrar los ojos el miedo se apoderaba de mi. Mientras, mi estómago gruñía y mi garganta estaba seca. No comía ni bebía nada desde la mañana pero no había percibido antes la falta de alimentos y agua. Abrí la pequeña mochila del banquete esperando encontrar comida y algo de beber, pero lo único que encontre fue un bote con un líquido verdoso dentro. Veneno. ¿Para mi? Miré mi hacha. Obviamente no. Heche el líquido sobre la hoja del hacha con ciudado. Si hería a alguien con ella, debería de hacer algo.
Seguía teniendo hambre y sed. Traté de ignorar la falta pero no podía. Necesitaba beber agua. Salir fuera, a medianoche, con las dos últimas tributos por la arena no me hacía ninguna ilusión. Morir de sed tampoco me hacía ilusión. El río estaba cerca. Podía escuchar su caudal desde aquí.
<<Vamos, se valiente. Por una vez.>> -Pensé
Volví a levantarme y busqué mi hacha en la oscuridad. Salí del agujero impulsandome con los brazos y rode un poco por la colina. Me puse en pie y miré a mi alrededor. Nada. Todo estaba tranquilo. La luna iluminaba el camino un poco pero me fiaba más de mi oído y gracias a el conseguí llegar al río. Antes de beber agua me detuve un momento. ¿Estaría envenenado de nuevo? Metí la mano en la corriente del agua. Pasaron diez segundos, veinte... y algo rozo mi mano. Un pez. Sonreí. Podía beber tranquila. Me dispuse a volver, y me entró miedo. No había pensado en como regresar a mi escondite... Un paracaídas chocó contra mi mejilla y cayó al suelo. Lo recogí. Había algo envuelto en una tela. Pan. Era pan del distrito cuatro. Lo reconocí por las algas, ningún distrito hacía pan con algas marinas.
-Gracias...
Lo partí a la mitad, y me lleve una mitad a la boca. Pensé en Cliff. Si hubiese seguido estando con vida, ¿me hubiese matado como Rubi a Oceana? Honestamente, no creía eso. Aunque de primeras hubiese parecido un chico misterioso y que me iba a clavar un cuchillo a la espalda según me diese la vuelta, poco a poco comenzé a confíar en él. El que me salvó de morir de hambre nada más empezar, el que me salvó de Gold, de que no muriese envenenada por culpa de las serpientes mutantes.
El aire frío se convirtió en un vendabal, deshaciendo el peinado ya maltratado que mis estilistas habían hecho lo que para mi parecía hace años. Ahora mi melena había quedado suelta y los mechones de pelo azotaban mis mejillas. Un grito que sonaba demasiado cerca me heló la sangre. ¿Rubi? ¿Lynn? ¿Sólo quedabamos dos?

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